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Nombre muy largo, pocas mejoras.


¿Cómo escribes sobre un juego del que has cantado sus bondades por activa y por pasiva? Supongo que la solución es, al menos en mi caso, esperar a que la industria te deje la oportunidad botando en la frontal del área. Y es que, como decían los T’au en Dawn of War, “the patient hunter gets the prey”.
En este caso la proverbial presa es, cómo no, Warhammer 40,000: Space Marine – Master Crafted Edition (al que, por mera economía de lenguaje, nos referiremos de ahora en adelante como “Space Marine”), una nueva versión – la tercera, de hecho – del, por qué no decirlo, clásico de culto de Relic Entertainment. Sin embargo, en este caso la principal encargada de engrasar, abrillantar y poner a punto la Espada Sierra del Capitán Titus para los hardwares modernos ha sido Sneakybox, así que vamos a ver cómo se han portado con un título que, conviene no olvidarlo, cargaba con la friolera de catorce años a sus espaldas.
Si bien podríamos preguntarnos qué importan unos pocos años dentro de un cuadragésimo primer milenio donde sólo hay guerra, lo cierto es que el apartado estético del Space Marine original comenzaba a notar el paso del tiempo. No es de extrañar, por tanto, que sea en el apartado visual donde sale mejor parada esta Master Crafted Edition, con unas texturas y modelos muchísimo más definidos y que encajan como un guante en las modernas resoluciones y frame-rates que Space Marine se propone – y consigue – alcanzar. La nota discordante la da un HUD que, con la excusa de incluir mejoras de calidad de vida, pretende estilizar y modernizar sus elementos a base de reubicaciones, rediseños y demás keywords comerciales que suelen empezar con el prefijo “re-”. ¿El resultado? Un HUD soso y sin gracia que, por ejemplo, intercambia el enorme, glorioso y nunca suficientemente alabado símbolo de los Ultramarines – indicador, además, de la habilidad definitiva de Titus – por un minúsculo icono que parece apostillar una barra de vida que, por su parte, también ha reducido su presencia en pantalla. Por afrentas menores que esta el Imperio ha ordenado Exterminatus.


Menos mal que, por suerte para nosotros, el valor estratégico de Space Marine sigue siendo absoluto. Pese a que en el momento de su aparición algunas instancias lo categorizaron como un remedo de Gears of War, la propuesta de Relic intentaba aportar nuevas ideas al género de los disparos en tercera persona. La ausencia de coberturas, el tránsito fluido entre los disparos y el cuerpo a cuerpo o la recuperación de vida aplastando kabezas orkas eran (y son) mecánicas de una contundencia nada desdeñable dentro de un panorama demasiado acostumbrado a la regeneración de vida, esconderse detrás de una pared en vez de llevar la ofensiva al enemigo y las paletas de colores llenas de marrones. Normal, pues, que chirriase un título en el que, tras pulsar un sólo botón para acceder al menú, una tanqueta humana de color azul pitufo se dedique a aniquilar orkos verdes sin piedad ante nuestros ojos. Y sin haber empezado todavía la partida.
Y de ahí para arriba. Hordas ingentes de pieles verdes, disparos de bólter, invasiones demoníacas, espadazos, un Señor de la Guerra Orko que no deja de perseguirnos por todo el planeta, ejecuciones brutales, el imbécil de Leandros… Un crescendo constante al que, por desgracia, le siguen pesando unos fallos que podrían haberse corregido en esta Master Crafted Edition y, sin embargo, ahí siguen. Si bien el gameplay sigue siendo tan vibrante como siempre – ablandar oleada tras oleada enemiga con fuego del bólter para rematar a los infelices restantes a base de mandoble limpio de nuestra espada sierra -, detalles como atravesar la escenografía si realizamos ejecuciones cerca de los elementos que la delimitan o el hecho de que nuestros enemigos puedan seguir hiriéndonos mientras estas suceden son aristas que siguen afeando la experiencia y obstaculizando el gameplay, respectivamente.


Y, por si fuera poco, a esta dejadez hay que sumarle un esquema de control actualizado que es, simple y llanamente, un desastre. Bajo la premisa, otra vez, de ofrecer mejoras de calidad de vida, el nuevo esquema se dedica a reubicar inputs como si, yo qué sé, estuviera portando el control de una Super Nintendo a una consola actual olvidando, por el camino, que tampoco hay tantas diferencias entre el mando de una Xbox 360 y una Series X. Así, es normal que llegue a conclusiones aberrantes como que es preferible cambiar de arma abriendo el menú con LB y seleccionar la que más nos convenga con el stick izquierdo (obligándonos a detener nuestro movimiento) en vez de emplear la clásica opción de la cruceta. Eso sí, al menos hay que reconocerles que han dejado la opción de seguir jugando con la configuración clásica. Otra vez enredando con el Exterminatus.
Queda claro a estas alturas, pues, que Warhammer 40,000: Space Marine – Master Crafted Edition es un claro ejemplo de título que alterna luces y sombras. Aprovechando que los juegos de Warhammer 40,000 están en la cima de su popularidad gracias al monumental éxito de Space Marine 2, se me antojan pocos momentos mejores que este para traer de vuelta a la palestra de las consolas de nueva generación al clásico que dio origen a la saga. Y aunque esta Master Crafted Edition viene repleta de contenido – todo el DLC y las expansiones para el multijugador – y un importante lavado de cara estético, algún que otro evidente tropiezo y cierta pereza a la hora de actualizar las aventuras de nuestro querido Titus hacen que, en el fondo, se sienta como una oportunidad perdida. Pero sólo en el fondo, porque en el resto sigue siendo tan divertido, brutal y satisfactorio como el primer día.