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Durante la década de los 90, Joel y Ethan Coen se consolidaron como una de las duplas creativas más destacadas del cine estadounidense, alcanzando el reconocimiento internacional gracias a películas como ‘Muerte entre las flores’ (1990), un filme de estilo noir ambientado en la época de la Ley Seca, ‘Barton Fink’ (1991), premiada en Cannes y aclamada por su retrato de la ansiedad creativa en el Hollywood clásico, ‘El gran salto’ (1994), una comedia sobre el capitalismo y la innovación, ‘Fargo’ (1996), que les valió el Oscar al mejor guion original y el reconocimiento definitivo, o ‘El gran Lebowski’ (1998), convertida con el tiempo en una obra de culto. Sin embargo, el comienzo del nuevo milenio trajo consigo algunos tropiezos,y aunque ‘O Brother!’ (2000), protagonizada por George Clooney, tuvo buena recepción comercial, títulos posteriores como ‘Crueldad intolerable’ (2003) o ‘Ladykillers’ (2004), recibieron críticas dispares y supusieron un bajón en cuanto a prestigio.
En busca de una recuperación artística, los Coen decidieron dar un giro radical con un proyecto más sobrio y violento, ‘No es país para viejos’ (2007), adaptación de la novela homónima escrita por Cormac McCarthy en 2005. Ambientada en la frontera entre Texas y México a principios de los años 80, la historia arranca cuando Llewelyn Moss, un veterano de Vietnam que vive modestamente, encuentra una camioneta abandonada rodeada de cadáveres y con dos millones de dólares en efectivo en su interior. La decisión de quedarse con el dinero desencadena una persecución implacable en la que se cruzan el asesino Anton Chigurh, contratado para recuperar el botín, y el sheriff Ed Tom Bell, un hombre veterano y cansado que observa con estupor la espiral de violencia que se despliega a su alrededor.
El resultado fue un éxito rotundo, tanto en taquilla como en el circuito de premios cinematográficos, ya que ‘No es país para viejos’ obtuvo cuatro premios Oscar, en las categorías de Mejor película, Mejor director, Mejor guion adaptado y Mejor actor de reparto para Javier Bardem, que se convirtió en el primer actor español en ganar una estatuilla de interpretación, gracias a su encarnación del asesino a sueldo Anton Chigurh, que fue recibida como una de las más perturbadoras y magnéticas en la historia reciente del cine. Con su rostro inexpresivo, su lenguaje pausado y una violencia tan fría como imprevisible, Chigurh se convirtió en un icono del mal absoluto. Durante años, circuló la creencia de que la singular melena que lucía Bardem era una peluca, pero el propio actor confirmó en varias entrevistas que era su propio cabello, peinado de forma específica.
Además de Bardem, la película reunió a un reparto coral de gran nivel. Josh Brolin asumió el rol de Llewelyn Moss con sobriedad y contención, mientras que Tommy Lee Jones aportó una presencia melancólica y reflexiva como el sheriff Bell. Kelly MacDonald, en el papel de Carla Jean, ofreció uno de los momentos más emotivos del filme, y actores como Woody Harrelson, Barry Corbin o Garret Dillahunt completaron un elenco sin fisuras. A pesar de la tensión inherente al rodaje de una película tan oscura, muchos testimonios indican que el ambiente en el set fue relajado y profesional, lo que permitió forjar vínculos personales entre los intérpretes. De este buen ambiente dio muestras en una entrevista posterior Woody Harrelson, quien bromeó sobre el acento de Bardem en la película: “Personalmente, no entiendo nada de lo que dijo en ‘No es país para viejos’. Tiene un acento demasiado fuerte”.